domingo, 26 de febrero de 2012

El “TEST DE LA GOLOSINA" O "MARSHMALLOW TEST"


El “test de la golosina” o “marshmallow test”,  es un experimento famoso que realizó Walter Mischel, un psicólogo de  la Universidad de Stanford, en 1960 con niños de 4 años, a los que les dio una golosina y les dijo que se la podían tomar, pero que si se esperaban 20 minutos sin comérsela, les daría otra. La mayoría de los niños decidieron esperar para obtener las dos golosinas. Pero no todos lo consiguieron.

Retrasar la gratificación instantánea por un bien mayor requiere de unas características mentales que no todo el mundo posee en igual grado.

Estudiando estos mismos niños años más tarde, se demostró que los niños que habían tenido más autocontrol natural, a la larga triunfaban más en los estudios y en la vida.

Adjunto un vídeo muy gracioso en los que se ve a los niños en el experimento luchando contra sus ganas de tomarse el caramelo.

domingo, 19 de febrero de 2012

PREFIERO Luis Bassat


Es un gran profesional del mundo de la comunicación. En un discurso de graduación de alumnos universitarios estuvo brillante con estas palabras:
Prefiero los modestos a los pedantes.
Los simpáticos a los antipáticos.
Los serios a los alocados.
Prefiero los alegres a los tristes.
Los optimistas a los pesimistas.
Los sonrientes a los malcarados.
Los atentos a los maleducados.
Prefiero los que tienen sentido del humor a los que no lo tienen.
Los que cuidan su presencia a los descuidados.
Los que prometen poco y cumplen a los que prometen mucho e incumplen.
Los altruistas a los egoístas.
Los generosos con los demás a  los trepas.
Los que saben compartir sus éxitos a los que los quieren para ellos solos.
Los que se preparan a los que improvisan.
Prefiero los que arriesgan a los que no son capaces de tomar el más mínimo riesgo.
Los que madrugan a los que trasnochan.
Los capaces de hacer equipo a los solitarios.
Los que disfrutan trabajando a los que sufren trabajando.
Prefiero los que saben divertirse a los que se aburren siempre.
Los que cuidan su salud a los que queman su salud.
Los que hacen deporte a los sedentarios.
Los que buscan crecer a los que prefieren enriquecerse.
Prefiero los que piensan a largo plazo a los resultadistas a corto plazo.
Los respetuosos a los irreverentes.
Los responsables a los irresponsables.
Prefiero los creativos a los burócratas.
Los despiertos a los dormidos.
Los activos a los pasivos.
Los que se avanzan a lo que les vas a pedir a los que sólo hacen lo que les pides.
Prefiero los que buscan soluciones a los que sólo encuentran problemas.
Los que saben usar su cabeza y su corazón a los que sólo usan su razón.
Los que ponen el alma en su trabajo a los que solo ponen su talento.
Los que viven lo que hacen a los vividores de lo que hacen.
Prefiero los que ayudan siempre a los que siempre piden ayuda.
Los educados a los impertinentes
Los que saben decir que no a los que siempre dicen que sí.
Los sinceros a los falsos.
Los que siempre están dispuestos a los que siempre están ocupados.
Prefiero los que saben escuchar a los que siempre hablan.
Los que defienden su punto de vista a los que se callan.
En definitiva, prefiero a los que tienen una buena actitud a los que no la tienen.

jueves, 9 de febrero de 2012

Lo que quiero ahora Ángeles Caso Magazine | 19/01/2012


Me ha encantado este escrito y me siento muy identificada:
           

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Será porque tres de mis más queridos amigos se han enfrentado inesperadamente estas Navidades a enfermedades gravísimas. O porque, por suerte para mí, mi compañero es un hombre que no posee nada material pero tiene el corazón y la cabeza más sanos que he conocido y cada día aprendo de él algo valioso. O tal vez porque, a estas alturas de mi existencia, he vivido ya las suficientes horas buenas y horas malas como para empezar a colocar las cosas en su sitio. Será, quizá, porque algún bendito ángel de la sabiduría ha pasado por aquí cerca y ha dejado llegar una bocanada de su aliento hasta mí. El caso es que tengo la sensación –al menos la sensación– de que empiezo a entender un poco de qué va esto llamado vida.
Casi nada de lo que creemos que es importante me lo parece. Ni el éxito, ni el poder, ni el dinero, más allá de lo imprescindible para vivir con dignidad. Paso de las coronas de laureles y de los halagos sucios. Igual que paso del fango de la envidia, de la maledicencia y el juicio ajeno. Aparto a los quejumbrosos y malhumorados, a los egoístas y ambiciosos que aspiran a reposar en tumbas llenas de honores y cuentas bancarias, sobre las que nadie derramará una sola lágrima en la que quepa una partícula minúscula de pena verdadera. Detesto los coches de lujo que ensucian el mundo, los abrigos de pieles arrancadas de un cuerpo tibio y palpitante, las joyas fabricadas sobre las penalidades de hombres esclavos que padecen en las minas de esmeraldas y de oro a cambio de un pedazo de pan.
Rechazo el cinismo de una sociedad que sólo piensa en su propio bienestar y se desentiende del malestar de los otros, a base del cual construye su derroche. Y a los malditos indiferentes que nunca se meten en líos. Señalo con el dedo a los hipócritas que depositan una moneda en las huchas de las misiones pero no comparten la mesa con un inmigrante. A los que te aplauden cuando eres reina y te abandonan cuando te salen pústulas. A los que creen que sólo es importante tener y exhibir en lugar de sentir, pensar y ser.
Y ahora, ahora, en este momento de mi vida, no quiero casi nada. Tan sólo la ternura de mi amor y la gloriosa compañía de mis amigos. Unas cuantas carcajadas y unas palabras de cariño antes de irme a la cama. El recuerdo dulce de mis muertos. Un par de árboles al otro lado de los cristales y un pedazo de cielo al que se asomen la luz y la noche. El mejor verso del mundo y la más hermosa de las músicas. Por lo demás, podría comer patatas cocidas y dormir en el suelo mientras mi conciencia esté tranquila.
También quiero, eso sí, mantener la libertad y el espíritu crítico por los que pago con gusto todo el precio que haya que pagar. Quiero toda la serenidad para sobrellevar el dolor y toda la alegría para disfrutar de lo bueno. Un instante de belleza a diario. Echar desesperadamente de menos a los que tengan que irse porque tuve la suerte de haberlos tenido a mi lado. No estar jamás de vuelta de nada. Seguir llorando cada vez que algo lo merezca, pero no quejarme de ninguna tontería. No convertirme nunca, nunca, en una mujer amargada, pase lo que pase. Y que el día en que me toque esfumarme, un puñadito de personas piensen que valió la pena que yo anduviera un rato por aquí. Sólo quiero eso. Casi nada. O todo.

jueves, 2 de febrero de 2012

ROMERO SOLO de León Felipe


Ser en la vida romero,
romero sólo que cruza
siempre por caminos nuevos.
Ser en la vida romero,
sin más oficio, sin otro nombre
y sin pueblo…;
Ser en la vida romero.., romero...,
solo romero.
Que no hagan callo las cosas,
ni en el alma ni en el cuerpo,
pasar por todo una vez,
una vez sólo y ligero, ligero,
siempre ligero.

Que no se acostumbre el pie
a pisar el mismo suelo,
ni el tablado de la farsa,
ni la losa de los templos
para que nunca recemos
como el sacristán los rezos,
ni como el cómico viejo
digamos los versos.

No sabiendo los oficios
los haremos con respeto.
Para enterrar a los muertos
como debemos
cualquiera sirve, cualquiera...
menos un sepulturero.

Que no hagan callo las cosas
ni en el alma ni en el cuerpo…
pasar por todo una vez,
una vez sólo y ligero,ligero,
siempre ligero.
Sensibles a todo viento
y bajo todos los cielos,
poetas, nunca cantemos
la vida de un mismo pueblo
ni la flor de un solo huerto…
Que sean todos los pueblos
y todos los huertos nuestros.