Extracto de una conferencia dada por Tina Parayre
Lo habitual suele ser empezar haciendo de voluntario y evolucionar hacia el ser voluntario, pero no siempre ocurre.
La evolución madura de un voluntario es serlo dónde
haga falta. No elegir dónde quiero ir sino estar disponible a ayudar donde haga
falta. Somos nosotros los que nos hemos de adaptar al lugar y a las necesidades
de cada persona que atendemos.
Es importante “Hacer el bien, BIEN HECHO”. Siempre nos hemos de plantear si
ha sido bueno para el otro.
Necesitamos formarnos para ver que necesidades tienen
las personas que atendemos.
Ser voluntario es algo que nos ha de definir. Se
ha de tener un corazón muy grande, pero no meterse en cosas que no me tocan.
Es pensar y vivir de otro modo. No puedo salir de un
voluntariado con inmigrantes y pensar que se han de ir a su país. Hemos de conocer
el sufrimiento y responder con conocimiento de causa.
Es darle sentido a todo lo que hacemos, por ejemplo si
jugamos al futbolín, no pensar que solo he jugado al futbolín sino qué ha
supuesto para él esto.
Es creer en nosotros mismos y en los demás y en que es
posible modificar la realidad injusta.
Es adaptarse y responder a las necesidades concretas
según que la realidad socioeconómica.
Con el voluntariado crecemos cada día.
DECÁLOGO DEL BUEN VOLUNTARIO:
1.
RECEPTIVIDAD
Buscamos
la práctica de la receptividad, entendida como el ejercicio de dejarse llenar
por el otro. Más que el activismo, nuestro voluntariado está llamado a dejar
que el otro ocupe su lugar, tenga su tiempo, tome la palabra, como palabra o a
veces silencio que transmite un mensaje único e irrepetible. Por ello la
capacidad de escucha y de saber estar será una práctica intrínseca al ejercicio
de la hospitalidad
2.
OBSERVACIÓN
Quien
está pendiente del otro anticipa necesidades. La acción voluntaria ha de ser un
observatorio permanente de la realidad para detectar en ella nuevas
necesidades sociales, nuevas pobrezas, nuevos lugares de marginación, nueva
posibilidades de intervención y de presencia, así como anticipar nuevas formas
de organizar al propio voluntariado en la vida y estructuras de los Centros.
3.
SUPERACIÓN
La
hospitalidad no discrimina ni hace favoritismo. Por ello, el voluntariado
hospitalario ha de representar la superación de todo tipo de perjuicio y
estereotipo cultural, social, religioso o político. En el seno de una sociedad
excluyente y que alimenta la discriminación hacia determinados colectivos, la
hospitalidad del voluntariado se torna en atención universal y personalizada,
al tiempo.
4.
HOSPITALIDAD
La
hospitalidad es una expresión de amor gratuito. El desinterés, tan propio del
voluntariado, ha de crecer y alimentarse en el voluntariado hospitalario. El
huésped ocupa el lugar central en la acción voluntaria; una hospitalidad
calculadora no es hospitalidad. Se acoge al otro porque sí, por el hecho de ser
persona portadora de una eminente dignidad, por encima de cualquier otra
circunstancia.
5.
CENTRALIDAD
La
única propuesta irrenunciable es la centralidad de la persona del
enfermo/necesitado, así como el respeto a los profesionales y el resto de
compañeros voluntarios. Esta centralidad hace de la hospitalidad el acto y la
decisión a partir del cual realizamos una inclusión radical del huésped en
nuestro circulo de intereses, protegiéndole y cuidándole de cara a las
necesidades que se le presente.
6.
RESPETO
El
voluntariado valora y respeta las diferentes ideologías y creencias. El límite
a dicho respeto se sitúa en el de los derechos humanos y en el de la defensa de
su intimidad institucional. Tiene un talante abierto en donde ha de evitar
tanto el proselitismo ideológico y religioso como la falta de respeto a quienes
se manifiestan abiertos en su vida a la trascendencia.
7.
SENSIBILIDAD
El
valor de la hospitalidad nos lleva a cuidar una especial sensibilidad para
detectar y atender a aquellas personas más vulnerables, más deterioradas, más
incapaces. Son los últimos y los olvidados de nuestra cultura de la
satisfacción los que ocupan un lugar preferente en nuestra acción voluntaria.
8.
COMPROMISO
Somos
conscientes que en nuestra misión aportamos tanto o más desde lo que somos que
desde lo que hagamos. De ahí que adquiramos un serio compromiso en nuestro
crecimiento humano, en nuestra madurez psicológica, en la calidad de nuestras
relaciones y en la profundidad espiritual capaz de ejercer la hospitalidad en
sus niveles más profundos.
9.
SOLIDARIDAD
El
campo de la enfermedad y el de la exclusión social es demasiado extenso y nos
excede. El voluntariado trabaja y se coordina con otros voluntariados y
organizaciones solidarias que existen en cada uno de los territorios concretos,
haciendo de las redes de solidaridad verdaderas plataformas de encuentro y
trabajo en común, generando de esta manera una verdadera identidad solidaria de
la que todos nos sentimos igualmente partícipes.
10.
VALOR AÑADIDO
Somos
llamados a aportar un “valor añadido” en la atención. A la prestación
cualificada de los profesionales –a quienes no sustituimos—añadimos un campo de
nuevas posibilidades mediante las que profundizamos en la asistencia integral
en el desarrollo de aquellos aspectos más humanos y relacionales de la persona.
Hasta donde llegues en tu
voluntariado, está en tus manos.
Ser voluntario transforma la vida, hacer de voluntario tan sólo la
modifica.