jueves, 22 de septiembre de 2011

Voluntariado en el centro Assís


Eduard Sala
Director de Santa Llüisa de Marillach

Assís somos todos, estamos construyendo un “castillo” junto con los usuarios. Somos importantes por lo que somos, no por lo que hacemos concretamente. Ser voluntario no es un sombrero que nos ponemos, es una forma de ser.
Nos hemos de responder a las dos preguntas fundamentales de la vida: ¿por qué? y ¿cómo?
1.       ¿Por qué estamos aquí? ¿Por qué hay tanto sufrimiento en el mundo? ¿Por qué yo he tenido tanta suerte y otros no? ¿Por qué no estamos capacitados para solucionarlo? ¿Por qué estoy en Assís? ¿Por qué continúo?

2.       ¿Cómo abordar la relación, el vínculo con los que vienen a Assís?

1. Estamos en Assís respondiendo a una llamada personal. Nadie salvará a ninguno de los que vienen a Assís. Ninguno de nosotros debemos diagnosticar a las personas que llegan. Son personas solas, que tienen una experiencia de soledad profunda. No hay mayor pobreza que la soledad. Lo más importante de Assís no es la ropa, ni la ducha, ni los talleres ni el desayuno sino la posibilidad de establecer vínculos.

2. Tenemos tres retos:
1º Hacer de Assís un ”espacio de identidad”: Ellos deben encontrar un lugar dónde “ser alguien para alguien”. Hemos de ser capaces de reconocerlos por su nombre y hacerles sentir: “tú vales, tú puedes, tú eres”.
2º Convertir Assís en un “espacio de pertenencia”: nosotros nos tenemos que sentir Assís igual que los usuarios, pero no nosotros ”arriba” y ellos “abajo”. No dar consejos. Sólo podemos acompañar procesos de cambio.
3º Estamos llamados a dar un paso más en la atención a las personas: debemos inventar, crear, descubrir “espacios de participación”, no sólo se encuentren sino que participen.

Hay 4 cosas importantes:
Nuestras vidas son como unas montañas rusas (unos de adultos y otros de niños…). Algunos de nosotros nos podemos considerar estables en este momento de nuestra vida en una línea alta, media o baja, otros se reconocerán subiendo y otros bajando.
Las personas que acompañamos, la mayoría, han tenido una montaña rusa como la nuestra (han tenido una vida llena), pero a partir de determinadas circunstancias de la vida no han podido recuperarse y han caído “en picado”. (símil de los hilos que se cortan).
Sólo les quedan los amigos de la calle, pero no son verdaderos amigos. Son amistades condicionadas por el miedo.
Al venir a Assís pueden encontrar a alguien que les vuelva a mirar por lo que son. Las capas que nos ponemos y que se ponen pueden condicionarnos a no ver a la persona.
Las personas quieren que les quieran.
“Los más excluidos son aquellos que sólo tienen una persona que los escuche y que además cobra por hacerlo. (Hermano Adrià).
Ellos han ido recibiendo “mensajes mierda”: “tú no vales, tú no puedes, tú no eres, tú no podrás…”
Cuando uno no es capaz de imaginarse a él mismo mejor, ¿qué paso quieres que dé?
Nadie se recupera si no tiene a nadie que le importe. Han de sentirse acompañados, queridos, formando parte de la familia de Assís.
Alberta Paraire (Tina, responsable de los voluntarios de San Juan de Dios) dice que lo importante no es cuántas cosas hemos hecho hoy sino lo que “hoy hemos sido para el otro”.
Hemos de conectar visualmente con la mirada cuando les damos la comida.
Ellos en la calle se sienten marginados, provocan miedo, asco, juicio.
Hemos de tener una mirada horizontal, que no juzgue.
Si uno no puede aguantar ciertos olores que se retire disimuladamente. Si no tienes estómago, no te pongas!! No se pueden sentir despreciados una vez más!!
Si en algún caso sólo somos capaces de ver un aspecto negativo de una persona (ej: pederasta) y no a la persona íntegramente, mejor dejar ir a otra persona.

Tendríamos que tener:
OJOS DE BUHO: grandes para ver lo máximo, darnos cuenta de cómo se encuentran…
OIDOS DE DUMBO: para escuchar de verdad.
NARIZ DE PINOCHO: porque las personas van blindadas con sus capas pues les han hecho varias veces interrogatorios de tercer grado. Detrás de los malos olores hay “aromas”, cada persona tiene un diamante dentro y deberíamos descubrirlo.
BOCA PEQUEÑA Y SONRIENTE: se han  de sentir esperadas, únicas, visibilizarlas.

No les podemos atender  con frases cerradas y mucho menos darles órdenes.
El que acompaña a uno al médico, debe darle a él el protagonismo, hacer que el médico se dirija a él y no a nosotros…
Entre las personas que vienen unas tienen una “mochila con piedras muy pesadas”, y otras “una mochila con agujero” pues las drogas les hacen vivir la vida de forma que se les escapa sin vivirla.
No somos sus porteadores de mochilas pero sí un lugar de encuentro, de recuperación en la sombra de un árbol.
Somos portadores de esperanza. No podemos llevar las “gafas de funeral”. Es tarde, pero es nuestra hora. O nos creemos esto o nos dedicamos a otra cosa…
Vaclav Havel, que pasó muchos años en prisión, decía que la esperanza no tiene nada que ver con la realidad objetiva que vemos sino que es un estado del alma que tenemos dentro de nosotros o no lo tenemos: no es la convicción de que acabará bien sino que tiene sentido sea cual sea su resultado final.

Sólo seremos capaces de ser compañeros de viaje si establecemos vínculos hacer que se sientan apoyados y así ellos serán capaces de hacer pequeños cambios. No porque se lo decimos. Hemos de ponernos “gafas de corta distancia”, no esperar grandes cambios. Están hartos de que les digan lo que tienen que hacer.

Hay muchas personas y familias que su forma de comunicarse es poco oral. Debemos saber aguantar espacios de silencio.
Un buen amigo es el que aunque tengas una relación intermitente está allí cuando hace falta y no necesitas estar hablando todo el rato en un viaje de 5 horas…
Tienen su tiempo y su ritmo y no necesariamente en el momento que nosotros estamos allí coincidirá con el momento en el que ellos tienen ganas de hablar…
Formamos un “castillo” que produce VIDA!!

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