viernes, 4 de mayo de 2012

STIEG LARSSON, autor de la trilogía “Milenium” pero sobre todo un hombre que vivía su sueño.


Gracias a un libro regalado por La Vanguardia me he enterado que Stieg Larsson, uno de los escritores más leídos del mundo, era en realidad un hombre que dedicó toda su vida un sueño: luchar activamente contra el racismo y la xenofobia. 

Su pasión vital, que le absorbía y le obsesionaba era estar al lado de la gente débil y desprotegida y defender a los que no podían defenderse solos. Estaba dispuesto a pagar un precio bien alto para cambiar las cosas. Recibió varias amenazas de muerte y la policía le recomendó llegar siempre muy tarde a sus citas. Era una persona valiente y comprometida. Creía firmemente en la igualdad de las personas.

Era periodista y fue fundador de una revista llamada Expo, versión sueca de la revista británica llamada Searchlight, un periódico sin finalidad de lucro que pretendía defender la democracia y la libertad de expresión para escribir sobre los racistas, la extrema derecha, los antisemitas y las tendencias totalitarias de la sociedad. Para poder subsistir se asoció más tarde con otra revista independiente llamada Svartvitt donde trabajó durante diez años con su gran amigo Kurdo Baksi que es el autor del libro que he leído.

Dicen sus amigos que era muy trabajador, que pensaba que él solo podría cambiar el mundo si trabajaba lo suficiente. Ya de joven hacía fotografías para documentar las injusticias del mundo.

Su carácter y su  inquietud política le venían de su madre Vivianne Böstrom  que trabajó a favor de los discapacitados y estaba en el comité para la igualdad, y de su abuelo Severin Böstrom, un declarado antinazi que le transmitió la idea de que una persona puede conseguir mucho si una cosa le interesa de verdad.

Su gran energía le permitía escribir sus novelas por la noche. Creen que las escribió casi simultáneamente pues quería enlazar bien los personajes y por eso no fue hasta que acabó la tercera novela que fue a un editor para ver si se las publicaban. El primer editor se las rechazó pero el segundo editor supo reconocer enseguida que serían un éxito y firmó un contrato para publicar las tres y le pidió los derechos de autor para hacer las películas.

Murió a los 50 años de un infarto antes de conocer la fama. Pero su intención al escribir sus novelas fue conseguir dinero para poder dedicarse al periodismo de investigación y denunciar injusticas que era lo que le dio sentido a su vida.




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