Gracias
a un libro regalado por La Vanguardia me he enterado que Stieg Larsson, uno de
los escritores más leídos del mundo, era en realidad un hombre que dedicó toda
su vida un sueño: luchar activamente contra el racismo y la xenofobia.
Su
pasión vital, que le absorbía y le obsesionaba era estar al lado de la gente
débil y desprotegida y defender a los que no podían defenderse solos. Estaba
dispuesto a pagar un precio bien alto para cambiar las cosas. Recibió varias
amenazas de muerte y la policía le recomendó llegar siempre muy tarde a sus
citas. Era una persona valiente y comprometida. Creía firmemente en la igualdad
de las personas.
Era
periodista y fue fundador de una revista llamada Expo, versión sueca de la revista británica llamada Searchlight, un periódico sin finalidad
de lucro que pretendía defender la democracia y la libertad de expresión para
escribir sobre los racistas, la extrema derecha, los antisemitas y las
tendencias totalitarias de la sociedad. Para poder subsistir se asoció más
tarde con otra revista independiente
llamada Svartvitt donde trabajó
durante diez años con su gran amigo Kurdo Baksi que es el autor del libro que
he leído.
Dicen
sus amigos que era muy trabajador, que pensaba que él solo podría cambiar el
mundo si trabajaba lo suficiente. Ya de joven hacía fotografías para documentar
las injusticias del mundo.
Su
carácter y su inquietud política le
venían de su madre Vivianne Böstrom que
trabajó a favor de los discapacitados y estaba en el comité para la igualdad, y de su abuelo Severin Böstrom, un
declarado antinazi que le transmitió la idea de que una persona puede conseguir
mucho si una cosa le interesa de verdad.
Su
gran energía le permitía escribir sus novelas por la noche. Creen que las
escribió casi simultáneamente pues quería enlazar bien los personajes y por eso
no fue hasta que acabó la tercera novela que fue a un editor para ver si se las
publicaban. El primer editor se las rechazó pero el segundo editor supo
reconocer enseguida que serían un éxito y firmó un contrato para publicar las
tres y le pidió los derechos de autor para hacer las películas.
Murió
a los 50 años de un infarto antes de conocer la fama. Pero su intención al escribir
sus novelas fue conseguir dinero para poder dedicarse al periodismo de
investigación y denunciar injusticas que era lo que le dio sentido a su vida.
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